LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Wednesday, March 31, 2010

LA TELEVISIÓN. POR JEAN-LUC GODARD


C. d. C. – ¿Le gusta la televisión?
J. L. G. – La televisión es el Estado, el Estado son los funcionarios y los funcionarios… son lo contrario de la televisión. Quiero decir, de lo que debería ser la televisión. Pero me gustaría mucho trabajar en ella. No para hacer films para la televisión, porque en ese caso, mejor hacerlos para el cine, sino para hacer reportajes, por ejemplo. La televisión debería ser, para aquellos que comienzan, la oportunidad de hacer sus primeras armas, debería ser el violín de Ingres de los que acaban de llegar.
Me gustaría hacer emisiones de tipo ensayo, entrevista, relato de viajes: hablar de un pintor o de un escritor que guste. O si no, abiertamente, “asuntos dramáticos.” Pero en directo, porque si hay que filmar una pieza de teatro, resulta mejor hacer de ella un film. Si el film, además, pasa por T.V., entonces está muy bien. La televisión no es un medio de expresión. La prueba es que cuanto más tonto sea más fascinante resulta y más hipnotizadas quedan las personas en sus sillitas. Eso es la televisión, pero podemos esperar que cambie. El problema es que si uno comienza a mirar la televisión, después ya no podrá separarse de ella. Lo que hay que hacer es no mirarla.
No hay que considerarla, entonces, como un medio de expresión, sino de transmisión. Hay que tomarla como tal. Si permanece como ese medio para hablarle del arte a la gente, es necesario emplearla. Porque, incluso de films como Lola Montes o Alexander Nevsky queda alguna cosa en la televisión, a pesar de la deformación de los encuadres, de la pantalla redonda, del color gris de la fotografía o de la ausencia de color. Queda el espíritu. En Lola Montes, lo que se perdía en muchos de los planos, se ganaba en la comprensión del diálogo, que era forzosamente mayor. El film llegaba a sostenerse únicamente gracias al diálogo: su espíritu pasaba en esa forma. Este es el caso de todos los buenos films: basta con que una parte subsista para sostenerlo todo. Así, pues, la televisión transmite al menos el espíritu de las cosas, y esto es muy importante, sin hablar de aquellas cosas cuyo espíritu es lo único trasmisible que tienen.
Lo curioso es que Nevsky, que está hecho sobre la base de los encuadres y la composición, pasaba muy bien, a pesar de la inevitable masacre, en tanto que la emisión de Los Persas, de Jean Prat, basada -guardadas todas proporciones- sobre los mismos principios, no pasaba en absoluto. Uno podía sentir que Nevsky era algo bello. En un programa dramático, lo que interesa no es «hacer una cosa bonita», lograr bonitas fotos. En una entrevista, al contrario, eso puede ser interesante con objeto de mostrar que el personaje es un personaje hermoso o que es hermoso lo que dice.
También habría que hacer films de viajes. El film de Rossellini sobre la India pasaba admirablemente bien. Habría que decirle a aquél que saliera de viaje: vamos a suministrarle un par de personas y usted les hará hacer lo que le parezca. En esas condiciones, ¡bastaría con ir a Marsella! ¿Y los noticiarios? Es algo que podría ser extraordinario. Cinq colorines á la une parece genial, pero ello se debe únicamente a que lo comparamos con el resto. ¿Y por qué no hacer la reconstitución de un noticiario, tal como hacía Méliés?
Hoy habría que mostrar a Kennedy y a Castro representados por actores: Señoras y señores: he aquí la triste historia de Castro y de Kennedy… Podrían agregarse fragmentos de noticiario, y aquello enloquecería a la gente, estoy convencido. Es cierto que en Francia algo como lo que propongo correría el riesgo de convertirse en espectáculo de cabaret antes que en algo similar a la ópera de tres centavos. Entonces, habría que ser muy serios. Brecht es serio. Pero Brecht no funciona en Francia. En Francia siempre se hacen compartimentos. Aquí lo trágico, aquí lo cómico, etc. El drama es Shakespeare, y luego éste y aquél. Y Shakespeare, en Francia, no funciona. En cuanto a lo cómico, existen el teatro y el cabaret, que no deben mezclarse.
¿Y la crónica de sucesos? Tendríamos que verlos, tal como aparecen en France-Soir. La actualidad es eso. En ese género, las únicas cosas extraordinarias que nos es dable ver son las reconstrucciones de crímenes. Primero aparece el simple hecho de crónica roja, y luego viene la reconstrucción del crimen, que resulta apasionante. En términos generales, el reportaje sólo tiene interés cuando aparece insertado en la ficción, pero la ficción sólo interesa en la medida en que se ve refrendada por el documental.
En buena parte la Nouvelle Vague se define precisamente por esa relación nueva entre ficción y realidad. Se define también por una pesadumbre, una nostalgia por el cine que no existe ya. En el momento en que uno ha podido hacer cine, ya no se puede hacer el cine que hubiera querido. El sueño imposible de la Nouvelle Vague, sueño que no se realizará jamás, es filmar Espartaco, en Hollywood, con diez millones de dólares. Y a mí no me molesta tanto hacer pequeños films baratos, pero gentes como Demy se sienten muy desgraciados por ello.
Siempre se ha creído que la Nouvelle Vague era el film barato contra el caro. Esto es completamente falso. Se trataba del film bueno, fuera como fuera, contra el film malo. Sólo que hacer films baratos era la única manera de poder hacer films. Y Si bien es cierto que algunos films son mejores cuando son baratos, hay que pensar en los que serían mejores si pudieran ser caros.
(Cahiers du cinéma, n.° 138, diciembre de 1962, número especial dedicado a la Nouvelle Vague, realizado por Jean Collet, Michel Delahay, Jean-André Fieschi, André S. Labarthe y Bertrand Tavernier).

Tuesday, March 30, 2010

EL FUTURO DEL CINE. POR RICHARD KERR.


En tanto practicante y educador cuya vida ha estado dedicada al cine de Vanguardia, me han pedido reflexionar sobre el futuro del cine. Como educador trabajo con una generación de estudiantes cuyas preocupaciones o preguntas centrales son “¿Qué es el cine?”, o aún el debate más acalorado alrededor de “¿Qué cosa no es cine, o cuál es el futuro del cine?” Las preguntas sobre el futuro del cine, diría yo, son más tediosas que complejas.
Para sobrevivir como creador en el mundo de hoy/mañana del cine basado en la tecnología uno necesita claridad de propósito; la confusión lleva a perder el tiempo y a un ablandamiento de las ideas y de la determinación. Tengo la suerte de tener una claridad absoluta acerca de lo que es el cine y, por consiguiente, no siento pánico: es un cine individual. Todo lo demás, es decir los meta-cines en todas sus encarnaciones, son un paseo alegre –un recorrido como de parque de diversiones por la evolución de aquello que se presenta como el cine de hoy/mañana.
(Mi) cine, el cine individual, estuvo claramente enfocado en la Vanguardia Americana: un género de cine bien teorizado (restrictivo y de elite, hay que reconocerlo). Sin embargo, era un tiempo glorioso para ser joven, ingenuo, y curioso por un cine que era desafiante pero riguroso (y ser ambicioso en el compromiso con respecto al lugar del cine “propio” en el diálogo más amplio de las artes).
Ese cine, que se convirtió en (mi) cine, abrió un camino para la individualidad, el cuestionamiento, y la educación de mi propio ser. Personalmente, (mi) cine se basaba en la búsqueda del asombro estético: la experiencia de aquellas proyecciones le daban forma a nuestra musa y a la relación que uno tenía con su propio futuro en el cine. Aprender desde el campo de batalla de la vanguardia tiende a impulsar las ideas que uno tiene sobre lo que el cine puede y no puede ser.
(Mi) cine, reducido y puro, es luz, tiempo y espacio: ritmo, o el darle forma al tiempo a través de la proyección de luz. La especificidad del medio, la forma, la estructura, y la poética son aquello a lo que respondo para cualquier (para todo) cine. Por el bien de mi cordura, debo tener claridad y determinación para estar preparado ante las exigencias del futuro del cine. El ansioso cuestionamiento sobre el futuro del cine se ha intensificado debido a la llegada acelerada de la tecnología digital. Sólo a través de una práctica diaria de interacción con la tecnología digital se hizo evidente que todo esto era algo nuevo: una nueva estética, nuevos valores. Sería bueno para mí, tener en claro qué fue lo que aprendí y qué era lo que era cierto de (mi) cine, pero debería estar preparado para dejar la “vieja escuela” y regresar a la “nueva escuela”… PARA SIEMPRE (Una idea de Tom Sherman, y una lección mía).
En tanto creador, me aproximo a las preguntas sobre el futuro del cine a través de una práctica diaria e intuitiva y juego con los “nuevos” materiales, híbridos y tecnologías. Sigue siendo verdad en la práctica; el sentimiento encuentra a la forma. No hay mucha presión con respecto al futuro cuando uno está obsesionado y preocupado por el trabajo previo a uno mismo.
En tanto educador, aquí es donde empieza la provocación. A medida que retrocedo para observar estas complejidades míticas acerca del futuro del cine, me siento empujado a transmitir optimismo y entusiasmo a las nuevas generaciones de creadores (con algunas reservas, no acerca de la dirección misma del cine sino acerca del futuro del creador). Con la actitud correcta, una comprensión de la historia, y una determinación clara, la práctica del cine del futuro se ve excitante y con un potencial ilimitado. ¡Prepárense! Y comiencen a crear… El cine siempre ha sido impulsado por la tecnología y el creador siempre ha abierto el camino. Los problemas desconocidos del cine no tienen que ver con la tecnología y el acceso, sino más bien, con los valores que la tecnología digital pide y ofrece. Con la revolución digital viene una “nueva” democracia de la creación. Esta nueva democracia llega con una fragmentación crítica y cultural.
La democracia y la fragmentación han abierto el terreno del juego: todo el mundo puede ser un artista, todas las voces son legítimas, el crítico se ha ido a su casa, el canon del pasado está seguro, y el creador puede jugar libremente y tomar riesgos sin arriesgarse. Aunque la presión por ser popular está ahí, la presión de la calidad dada por “la prueba del tiempo” ha disminuido. En la práctica del cine digital, no hay un jefe y no hay censores; estamos cerca del sueño Godardiano de la autoría libre. La libertad de creación no es el problema. El verdadero problema es: ¿Qué va a hacer el creador con toda esta democracia y libertad de producción inducida por la tecnología? ¿Se ahogará el cine futuro en su propio ruido? ¿Nos engañará el sistema con una revolución vacía? Mi preocupación principal no es por el futuro mismo del cine. Mi preocupación es por el futuro del individuo que produce el cine futuro. Conoce y cree en tu cine individual, y siéntete bendecido por tener un cine en el cual crees.

Friday, March 26, 2010

ACTION: STUDY (1987). UN CORTO DE RICHARD KERR

action: study from richard kerr on Vimeo.

Rodado en 1987 en 16mm de alto contraste, action: study marca el génesis de la incursión de Kerr en un proceso al que él ahora se refiere como 'digital sketching'. action: study nos muestra a la hija de Kerr jugando en la orilla de la bahía de Georgia, aunque pueda ser fácilmente confundida con un trabajo de animación abstracto. Kerr combina técnicas manuales con la ultra sensibilidad de la película para crear una asombrosa corriente de recortadas, erráticas y constantemente dinámicas composiciones en blanco y negro. De hecho, por momentos la realidad parece derretirse delante nuestro.

M. Fodor

Thursday, March 25, 2010

LA CONSTRUCCIÓN “EN ABISMO” EN 8 ½, DE FELLINI. POR CHRISTIAN METZ.


Con el mismo derecho que en los cuadros en los que aparece un cuadro, que en las novelas cuyo tema es una novela, 8 ½ pertenece, con su “film en el film”, a la categoría de las obras de arte desdobladas, que se reflejan sobre sí mismas. Para definir la estructura particular de este tipo de de obras, se propuso a veces (1) la expresión “construcción en abismo” tomada del lenguaje de la ciencia heráldica (2) y que, en efecto, se presta muy bien para designar esa construcción que autoriza todos los efectos especulares.
En un estudio muy interesante consagrado al film de Fellini, Alan Virmaux mostró (3) que si la construcción en abismo en el dominio cinematográfico no es una invención de Fellini, sino que aparece ya en varios films anteriores –La fête à Henriette de Jeanson y Duvivier, Le silence est d’or (El silencio es oro) de René Clair, Fängelse (La prisión) de Bergman… (4)–, el autor de 8 ½ no por ello deja de ser el primero en haber construido todo su film y en haber ordenado a todos los elementos en función de la construcción en abismo y que los “antecesores” de 8 ½ solo merecen ese nombre a medias ya que el “film en el film” solo era para ellos un artificio de presentación, un procedimiento marginal o pintoresco (Le silence est d’or), a veces incluso un simple “recurso” de guionista (La fête à Henriette), en el mejor de los casos una construcción fragmentaria (La prisión) que solo ponía en perspectiva una parte de la sustancia del film, entregándonos el resto del modo indirecto y fuera de todo desdoblamiento. Por otra parte, Alain Virmaux (5), Raymond Bellour (6), Christian Jacotey (7) y Pierre Kast (8) subrayaron hasta qué punto el contenido de 8 ½ y su temática más profunda eran inseparables de su construcción reflexiva: el personaje del cineasta Guido, representante de Fellini en el film, se asemeja a su creador como un hermano, con su complacencia narcisística, su inmensa sinceridad, su existencia borrosa, su incapacidad de elegir, su esperanzada insistencia en una especie de “salvación” que venga a resolverlo todo de un solo saque, sus obsesiones tanto eróticas como religiosas, su deseo confesado de “ponerlo todo” en su film (del mismo modo que Fellini pone todo en los suyos, y en especial en 8 ½, que representa un detenerse en su carrera, una mirada general sobre el pasado, un balance estético y afectivo (9) ).
Como lo señala Pierre Kast, todas las críticas que pueden hacerse al estilo del film y al de Fellini en general (confusión, complacencia, disparate, ausencia de conclusión verdadera…) vuelven a encontrarse ya el film, ya en la boca de Guido mismo o en la de Daumier, el guionista inseparable compañero de Guido que lo maldice pero lo necesita como su mala conciencia; de este modo, de nuevo es la construcción en abismo la que permitió a Fellini integrar a su film todo un conjunto ambiguo de reflexiones acerca de lo que se podría reprochar a su film.
Sin embargo, existe un punto que, en nuestra opinión, nunca fue señalado en una medida suficiente: si 8 ½ difiere de los otros films “desdoblados” no solo es porque el desdoblamiento es más sistemático o más central, sino también y en particular, porque funciona de otro modo. Ya que 8 ½ , no nos equivoquemos, es un film dos veces desdoblado, y si se lo califica de construido en abismo, se trata de una doble construcción en abismo, que debemos considerar (10).
No solo tenemos aquí a un film sobre el cine, no solo un film sobre un cineasta, sino un film sobre un cineasta que reflexiona acerca de su film. Una cosa es mostrarnos en un film a un segundo film cuyo sujeto tiene poca o ninguna relación con el primero (Le silence est d’or), otra es hablarnos, en un film, de ese film mismo que se está haciendo. Una cosa es presentar en un film a un cineasta personaje que solo débilmente, o en ciertos fragmentos, evoca al autor del verdadero film (La prisión), otra, para ese autor, es convertir en protagonista a un autor que está pensando en un film semejante. Y si bien es cierto que la riqueza autobiográfica y “felliniana” de 8 ½ es inseparable de su construcción en abismo, la opulenta y barroca totalidad de esa riqueza no se explica si no es por la duplicación de esa construcción.
Los problemas de Guido, se ha dicho, son los mismos que los de Fellini cuando reflexiona acerca de su arte: ¿era acaso suficiente para ello que Guido sea un cineasta como Fellini? La semejanza es, por cierto, muy general… Pero Guido es un cineasta que reflexiona sobre su arte, y por un curioso retorno de las cosas estos dos desdoblamientos sucesivos consiguen de algún modo anularse, de tal modo que 8 ½ resulta finalmente un film de la coincidencia perfecta; extremadamente compleja, su construcción desemboca en la más límpida simplicidad, en la legibilidad más inmediata; porque Guido piensa en su film y porque se inclina sobre sí mismo, se confunde –provisoriamente, por lo menos– con Fellini; porque el film que quería hacer Guido era un examen de conciencia y un balance de cineasta se confunde (12) con el que Fellini realizó. El juego común del desdoblamiento nunca hubiera autorizado tal riqueza de ecos y parentesco entre Fellini y su personaje si no se le hubiera sumado el desdoblamiento de ese personaje; cineasta y cineasta que reflexiona, Guido se halla dos veces cerca de aquel que le dio vida, dos veces cerca del doble de su creador.
Incluso en los detalles concretos del tratamiento, el procedimiento del “film en el film” se separa en este caso de sus empleos ordinarios. Ya que a este film que va a filmar Guido no lo vemos nunca, ni siquiera en fragmentos, y con ello queda abolida la distancia entre el film que sueña Guido y el que realizó Fellini: el film de Fellini está formado por todo lo que Guido hubiera querido colocar en el suyo, y por eso este último nunca nos es mostrado por separado. Se ve la diferencia que separa esta construcción de la que aparece, por ejemplo, en Le rendez-vous de minuit (Cita a medianoche), donde largos fragmentos del “film en el film” se nos presentan de modo explícito en varios puntos particulares del film primero, lo cual basta para distanciarlos. En 8 ½ ni siquiera vemos a Guido filmando su película o trabajando en ella –a diferencia de lo que ocurre en La prisión, por ejemplo–; simplemente lo vemos en el periodo en que prepara su film, viviendo o soñando, anudando, en el curso mismo de su existencia caótica, todo el material que querrá infructuosamente colocar en su film, y que Fellini conseguirá colocar en el suyo. Precisamente, porque el “film en el film” nunca aparece aparte, el film primero puede hasta tal punto coincidir con él.
Lo único que percibimos de ese film en que piensa Guido son fragmentos de ensayos filmados para contratar actrices; pero es en este punto donde se pone de manifiesto más claramente la triplicación del film. Guido imaginó a una actriz para desempeñar en su film el papel de su mujer; es la actriz Anouk Aimée quien la encarna en 8 ½; y a su vez esa actriz no puede ser sino una encarnación –sin duda alguna muy bien interpretada– de los problemas que encuentra Fellini en su propia vida (13). Durante esta secuencia de fragmentos de ensayos, un personaje de 8 ½ que asiste a la proyección privada, murmura, pensando en Guido: “Es su vida misma”, y convierte así en acto un desdoblamiento que no puede sino duplicarse aplicándose a Fellini mismo.
No basta pues hablar de “film en el film”: 8 ½ es el film 8 ½ haciéndose; el “film en el film” es en este caso el film mismo. Y entre todos los precedentes literarios o cinematográficos citados a propósito de la obra de Fellini, el más convincente, de lejos –como se lo señaló a menudo (14), pero quizás sin explicar totalmente la razón de ello– es Paludes de Gide, puesto que allí se ve a un novelista cuando está escribiendo Paludes (15).
Esta triple construcción confiere su sentido verdadero al desenlace del film, desenlace diversamente interpretado. La versión finalmente conservada por Fellini (16) no implica uno sino tres desenlaces sucesivos. En un primer tiempo, Guido renuncia a realizar su film porque hubiera resultado confuso, desordenado, demasiado cercano a su vida como para constituir una obra, porque sereduciría a una serie dispersa de ecos y resonancias, porque no hubiera aportado mensaje alguno susceptible de unificarlo, por último y sobre todo, porque no habría cambiado su vida; este es el sentido del suicidio simbólico de Guido al final de la tumultuosa conferencia de prensa y el sentido de los últimos propósitos de Daumier. En un segundo tiempo –alegoría final de la rueda encantada– el rechazo del film vuelve a conducir a Guido a la vida, y ante él ve desfilar a todos aquellos que lo poblaron; le ruega a su mujer que acepte las cosas tal como son; renuncia al mismo tiempo que a su film, a esa esperanza un poco mesiánica de una “salvación” que de un golpe vendría a ordenar los elementos del caos y así a modificar su sentido profundo tanto como las perspectivas futuras. Pero, justamente en ese momento, Guido –que ya no es un cineasta, que volvió a convertirse en un hombre como los demás– se apodera de nuevo de su portavoz de “metteur en scène” y se convierte en el ordenador de la rueda de los recuerdos. Por lo tanto, el film se realizará, no aportará un mensaje central, no cambiará la vida puesto que estará formado por su confusión misma; pero estará formado justamente por esa confusión.
Se observará que esta segunda fase del desenlace no solo anuncia la existencia misma de 8 ½, sino también su principio de creación: se tratará de un film cuya trama será la vida de su autor y que asumirá su desorden. Sin embargo, aquí no terminan las cosas: puesta en escena su ronda mágica, el mismo Guido, tomado de la mano de su mujer, entra en el círculo: ¿acaso se trata solo del símbolo de esta ternura complaciente –la de Fellini también…– que une a Guido con sus propios recuerdos y sueños, y de la que el mismo se acusó (no sin complacencia ni ternura) en secuencias anteriores? ¿Acaso no asistimos ahora al último movimiento de despegue de ese film que, semejante a un cohete por fin desprendido de sus soportes sucesivos, va a poder tomar verdaderamente vuelo? Al entrar en el círculo, Guido también entró en la compañía; ese autor que soñaba realizar 8 ½ es ahora uno de los personajes de 8 ½, puede dar la mano a la estrellita, al productor, al cardenal, a la amante; su portavoz ya no le sirve, ya que a partir de ahora lo que ha de empezar es el film de Fellini. Guido ya no está en el centro del círculo mágico, solo queda un niñito todo vestido de blanco y que toca la flauta, el inspirador último y primero de todo encanto mágico; Guido niño convertido en símbolo de Fellini niño, puesto que el lugar del metteur en scéne, ahora vacío junto a él, solo lo puede ocupar un personaje exterior a la acción: el mismo Fellini.
Sí, comienza el film de Fellini… Y si tuvimos razón al señalar lo paradójico y lo brillante de 8 ½, meditación poderosamente creadora acerca de la impotencia de crear, ello nos remite, más allá de toda posible coquetería de Fellini, a una situación más fundamental y menos paradójica de lo que a veces e pensó. A partir de toda la confusión que el film nos testimonia, va a nacer, es cierto, un film admirablemente construido y con toda al claridad posible; pero ¿acaso no es así simplemente porque la última etapa de la creación –el sobresalto voluntario que detiene el curso indefinido de las cosas y que instaura a la obra– jamás puede describirse en la obra creada, y solo pudo serlo gracias a esta último movimiento de retroceso, a este instante infinitesimal y gigantesco que constituye todo aquello que separa a Guido de Fellini?
(1) En el dominio del cine: Alain Virmaux, “Les limites d’un conquète”, Etudes cinématographiques, N· 28-29, 4· cuatrimestre de 1963, págs. 31-39. Para la construcción en abismo, pág 33.
(2) En heráldica se habla de “construcción en abismo” cuando, en el interior de un escudo, un segundo escudo reproduce al primero en tamaño más pequeño.
(Abismo: centro del escudo. (N. de la T.)).
(3) Op. cit.
(4) Se podría agregar Le rendez-vous de minuit (Cita a medianoche) de Roger Leenhardt, donde el “film en el film” desempeñaba un papel ya más complejo y más central.
(5) Op. cit.
(6) “La splendeur de soi-même”, Etudes cinématographiques, el mismo número, págs. 27-30.
(7) “Bilan critique”, Etudes cinématographiques, el mismo número, págs. 62-68.
(8) “Les petits potamogétones”, Cahiers du cinéma, N· 145, julio de 1963, págs. 49-52.
(9) El título mismo de “8 ½”, observa Alain Virmaux (pág. 36), designa al film menos por sus caracteres propios que por una suerte de referencia retrospectiva a toda la obra anterior de Fellini.
(10) También puede considerarse –se trata en particular de una cuestión de terminología– que la expresión “construcción en abismo” solo se aplica a aquellas obras que definimos como dos veces desdobladas y no al conjunto de los casos comunes en los que aparece un film dentro de un film, un libro dentro de un libro o una obra teatral dentro de una obra teatral. No se llama a un escudo “en abismo” siempre que en su superficie lleva otro escudo cualquiera, sino solo cuando este último, salvo en su tamaño, es idéntico al primero. Si convenimos en fijar los términos de este modo, será necesario decir que El silencio es de oro no implica nada que se asemeja a una puesta en abismo, y que en La prisión o Cita a medianoche la puesta en abismo es parcial y fragmentaria.
(11) Vistas en su conjunto, las relaciones de Fellini y Guido son, por supuesto, más complejas; además, Guido no tiene en todos los aspectos el carácter de Fellini. Sin embargo, no se trata aquí de psicología sino de identidad (en el sentido en que se habla de cédulas de identidad). Durante el desarrollo del film Guido representa a la persona de Fellini.
(12) ¿Es acaso necesario precisar aquí que se trata del film con el que Guido soñaba y no aquel que las presiones exteriores (su productor, etc.) tal vez hubieran podido haberle impuesto si finalmente se hubiera decidido a filmar? Ya que el film de Fellini, si bien nos proporciona pocas indicaciones acerca del contrato que Guido firmó, acerca del estado exacto del pan de trabajo, acerca de las intenciones de la compañía productora, resulta por el contrario muy preciso en cuanto a los deseos más profundos de Guido respecto de su film.
(13) Si se piensa que la actriz del fragmento de ensayo estaba a su vez interpretada, en el film de Fellini por otra actriz y que, en el otro extremo de la cadena, la verdadera mujer de Fellini (Giulietta Masina) también es actriz, pronto entraremos en un torbellino vertiginoso… Con más seriedad, puede señalarse que Fellini, después de 8 ½, filmó Julieta de los espíritus que es, como se sabe, una especie de equivalente femenino del film precedente, y donde el papel de la mujer es interpretado por Giulietta Masina. Ello confirma el proceso de triplicación que aparece en la secuencia de los fragmentos de ensayo de 8 ½.
(14) Pierre Kast (pág. 52), Alain Virmaux (pág 33), Raymond Bellour (pág. 28): artículos ya citados; max Milner, “8 ½”, Etudes, septiembre de 1963.
(15) Evidentemente, pensamos también en Caves du Vatican (Cuevas del Vaticano), en Faux Monnayeurs (Los monederos falsos). Alain Virmaux, Raymond Bellour, Pierre Kast y Max Milner (artículos citados) insistieron acerca de los aspectos gidianos de la empresa de Fellini. Alain Virmaux cita esta frase del Journal (1899-1939): “Me agrada bastante que en una obra se vuelva a encontrar, traspuesto de este modo a la escala de los personajes, al sujeto mismo de esta obra.” Nosotros subrayamos “al sujeto mismo”; se ve que Gide pensaba menos en el desdoblamiento ordinario que en esa forma particular de desdoblamiento a la que dedicamos estas páginas. En la misma línea de pensamiento, es necesario recordar que Gide se cuenta entre aquellos que emplearon la expresión “construcción en abismo”.
(16) Fellini pensó primitivamente en otro desenlace (véase Camilla Cerdena, 8 ½ de Fellini, histoire d’un film, París, Julliard, 1963).

Sunday, March 21, 2010

KIERKEGAARD


Ves, si resulta tan difícil a cada uno escoger su propio yo es precisamente porque en ese acto la soledad absoluta se hace idéntica a la más profunda continuidad, puesto que el acto de escoger ese yo propio excluye definitivamente toda posibilidad de devenir otro y aún más: de imaginarse otro.
Mientras la pasión por la libertad despierta en él (y despierta en el acto de escoger porque está implicada en el acto mismo), escoge su propio yo y lucha por poseerlo como lucharía por su salvación; y es que su salvación está en ello.

Thursday, March 18, 2010

CIORAN. SER LÍRICO (FRAGMENTO).




SER LÍRICO
¿Por qué no podemos permanecer encerrados en nosotros mismos? ¿Por qué buscamos la expresión y la forma intentando vaciarnos de todo contenido, aspirando a organizar un proceso caótico y rebelde? ¿No sería más fecundo abandonarnos a nuestra fluidez interior, sin ningún afán de objetivación, limitándonos a gozar de todas nuestras agitaciones íntimas? Experiencias múltiples y diferenciadas se fusionarían así para engendrar una efervescencia extraordinariamente fecunda, semejante a un seísmo o a un paroxismo musical. Hallarse repleto de uno mismo, no en el sentido del orgullo sino de la riqueza interior, estar obsesionado por una infinitud íntima y una tensión extrema: en eso consiste vivir intensamente, hasta sentirse morir de vivir. Tan raro es ese sentimiento, y tan extraño, que deberíamos vivirlo gritando. Yo siento que debería morir de vivir y me pregunto si tiene sentido buscarle una explicación a este sentimiento.
En las cimas de la deseperación (1936).



Wednesday, March 10, 2010

EL CUENTO DE LA SEMANA: LOS DOS REYES Y LOS DOS LABERINTOS (1) POR JORGE LUIS BORGES

Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: "¡Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso."
Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con Aquel que no muere.
(1) Ésta es la historia que el rector divulgó desde el púlpito. Véase la página 145.

Thursday, March 04, 2010

LUIS BUÑUEL


EL CINE, INSTRUMENTO DE LA POESÍA
El grupo de jóvenes que forman la Dirección de Difusión Cultural se acercó a mí para pedirme una conferencia. Aunque agradecí debidamente la distinción de que me hacían objeto, mi respuesta fue negativa: aparte de que no poseo ninguna de las cualidades que requiere un conferenciante, siento un pudor especial de hablar en público. Fatalmente, el que diserta atrae la atención colectiva de sus oyentes, sintiéndose blanco de sus miradas. En mi caso, no puedo evitar una cierta confusión ante el temor de que puedan creerme un poco, digamos, exhibicionista. Aunque esta idea mía sobre el conferenciante pueda ser exagerada o falsa, el hecho de sentirla como verdadera me obligó a suplicar que mi periodo de exhibición fuera lo más corto posible, y propuse la constitución de una mesa redonda, en la que unos cuantos amigos, pertenecientes a distintas actividades artísticas e intelectuales, pudiéramos discutir en familia alguno de los problemas que atañen al llamado séptimo arte: así, se acordó que el tema fuera el de del "cine como expresión artística", o más concretamente, como instrumento de poesía, con todo lo que esta palabra pueda contener de sentido libertador, de subversión de la realidad, de umbral al mundo maravilloso del subconsciente, de inconformidad con la estrecha sociedad que nos rodea.
Ha dicho Octavio Paz: "Basta que un hombre encadenado cierre sus ojos para que pueda hacer estallar el mundo", y yo, parafraseando, agrego: bastaría que el párpado blanco de la pantalla pudiera reflejar la luz que le es propia para que hiciera saltar el universo. Mas por el momento podemos dormir tranquilos, pues la luz cinematográfica está convenientemente dosificada y encadenada. En ninguna de las artes tradicionales existe una desproporción tan grande entre posibilidad y realización como en el cine. Por actuar de una manera directa sobre el espectador, presentándole seres y cosas concretas; por aislarlo, gracias al silencio, a la oscuridad, de lo que pudiéramos llamar su habitat psíquico, el cine es capaz de arrebatarlo como ninguna otra expresión humana. Pero como ninguna otra es capaz de embrutecerlo. Por desgracia, la gran mayoría de los cines actuales parece no tener más misión que ésa: las pantallas hacen gala del vacío moral e intelectual en que prospera el cine, que se limita a imitar la novela o el teatro, con la diferencia de que sus medios son menos ricos para expresar psicologías; repiten hasta el infinito las mismas historias que se cansó de contar el siglo diecinueve y que aún se siguen repitiendo en la novela contemporánea.
Una persona medianamente culta arrojaría con desdén el libro que contuviese alguno de los argumentos que nos relatan las más grandes películas. Sin embargo, sentada cómodamente en la sala a obscuras, deslumbrada por la luz y el movimiento que ejercen un poder casi hipnótico sobre ella, atraída por el interés del rostro humano y los cambios fulgurantes del lugar, esa misma persona casi culta, acepta plácidamente los tópicos más desprestigiados.
El espectador de cine, en virtud de esa clase o de esa especie de inhibición hipnagógica pierde un porcentaje elevado de sus facultades intelectivas. Pondré un ejemplo concreto: la película titulada Detective Story o Antesala del infierno. La estructuración de su argumento es perfecta, el director magnífico, los actores extraordinarios, la realización genial, etc., etc. Pues bien, todo ese talento, todo ese savoir faire, toda la complicación que supone la máquina del film, fue puesta al servicio de una historia estúpida, notable por su bajeza moral. Me viene a la mente aquella máquina extraordinaria del Opus 11, aparato gigantesco, fabricado con el mejor acero, de mil engranajes complicados, tubos, manómetros, cuadrantes, exacto como un reloj, imponente como un trasatlántico, que serviría únicamente para timbrar la correspondencia.
El misterio, elemento esencial de toda obra de arte, falta por lo general en las películas. Ya tienen buen cuidado autores, directores y productores de no turbar nuestra tranquilidad abriendo la ventana maravillosa de la pantalla al mundo liberador de la poesía. Prefieren reflejar en aquélla los temas que pudieran ser continuación de nuestra vida ordinaria, repetir mil veces el mismo drama, hacernos olvidar las penosas horas del trabajo cotidiano. Y todo eso, como es natural, bien sancionado por la moral consuetudinaria, por la censura gubernamental e internacional, por la religión, presidido por el buen gusto y aderezado con humor blanco y otros prosaicos imperativos de la realidad.
Si deseamos ver buen cine raramente lo encontraremos en las grandes producciones, o en aquellas otras que vienen sancionadas por la crítica y el consenso de los públicos. La historia particular, el drama privado de un individuo, creo que no puede interesar a nadie digno de vivir en su época; si el espectador se hace partícipe de las alegrías, tristezas o angustias de algún personaje de la pantalla, deberá ser porque ve reflejadas en aquél las alegrías, tristezas o angustias de toda la sociedad, y por tanto las suyas propias. La falta de trabajo, la inseguridad de la vida, el temor a la guerra, la injusticia social, etc., son cosas que, por afectar a todos los hombres de hoy, afectan también al espectador; pero que el señor X no sea feliz en su hogar y se busque una amiga para distraerse, a la que finalmente abandonará para reunirse con su abnegada esposa, es algo moral y edificante, sin duda, pero nos deja completamente indiferentes.
A veces la esencia cinematográfica brota insólitamente de un film anodino, de una comedia bufa o de un burdo folletín. Man Ray ha dicho en una frase llena de significación: "los peores films que haya podido ver, aquellos que me hacen dormir profundamente, contienen siempre cinco minutos maravillosos, y los mejores, los más celebrados, cuentan solamente con cinco minutos que valgan la pena". O sea que tanto los buenos como los malos films, y por encima y a pesar de las intenciones de sus realizadores, la poesía cinematográfica propugna por salir a la superficie y manifestarse.
El cine es un arma maravillosa y peligrosa, si la maneja un espíritu libre. Es el mejor instrumento para expresar el mundo de los sueños, de las emociones, del instinto. El mecanismo productor de imágenes cinematográficas, por su manera de funcionar, es, entre todos los medios de expresión humana, el que más se parece al de la mente del hombre, o mejor aún, el que mejor imita el funcionamiento de la mente en estado de sueño. El film es como una simulación involuntaria del sueño. Bernard Brunius nos hace observar que la noche paulatina que invade la sala equivale al cerrar los ojos: entonces comienza en la pantalla, y en el hombre, la incursión por la noche de la inconsciencia; las imágenes, como en el sueño, aparecen y desaparecen a través de disolvencias y obscurecimientos; el tiempo y el espacio se hacen flexibles, se encogen y alargan a voluntad; el orden cronológico y los valores relativos de duración no responden ya a la realidad; la acción de un círculo es transcurrir en unos minutos o en varios siglos; los movimientos aceleran los retardos.
El cine parece haberse inventado para expresar la vida subconsciente, que tan protundamente penetra, por sus raíces, la poesía; sin embargo casi nunca se la emplea para esos fines. Entre las tendencias modernas del cine, la más conocida es la llamada neorrealista. Sus films presentan ante los ojos del espectador trozos de la vida real, con personajes tomados de la calle e incluso con edificios e interiores auténticos. Salvo excepciones, y cito muy especialmente Ladrón de bicicletas no ha hecho nada el neorrealismo para que resalte en sus films lo que es propio del cine, quiero decir, el misterio y lo fantástico. ¿De qué nos sirve todo ese ropaje de vista si las situaciones, los móviles que animan a los personajes, sus reacciones, los argumentos mismos están calcados de la literatura más sentimental y conformista? La única aportación interesante que nos ha traído, no el neorrealismo, sino Zavattini personalmenté, es la elevación al rango de categoría dramática del acto anodino. En Humberto D., una de las películas más interesantes que ha producido el neorrealismo, una criada de servicio, durante todo un rollo, o sea durante diez minutos, realiza actos que hasta hace poco hubieran podido parecer indignos de la pantalla. Vemos entrar a la sirvienta a la cocina, encender su fogón, poner una olla a calentar, echar repetidas veces un jarro de agua a una línea de hormigas que avanza en formación india hacia las viandas, dar el termómetro a un viejo que se siente febril, etc., etc. A pesar de lo trivial de estas situaciones, esas maniobras se siguen con interés y hasta con suspenso.
El neorrealismo ha introducido en la expresión cinematográfica algunos elementos que enriquecen su lenguaje, pero nada más. La realidad neorrealista es incompleta, oficial; sobre todo, razonable; pero la poesía, el misterio, lo que completa y amplía la realidad tangente, falta en absoluto en sus producciones. Confunde la fantasía irónica con lo fantástico y el humor negro.
"Lo más admirable de lo fantástico" ha dicho Andre Bretón, "es que lo fantástico no existe, todo es real." Hablando con el propio Zavattini hace algún tiempo, expresaba mi inconformidad con el neorrealismo: estábamos comiendo juntos, y el primer ejemplo que se me ocurrió fue el vaso de vino en el que me hallaba bebiendo. Para un neorrealista, le dije, un vaso es un vaso y nada más que eso: veremos como lo sacan del armario, lo llenan de bebida, lo llevan a lavar a la cocina en donde lo rompe la criada, la cual podrá ser despedida de la casa o no, etc. Pero ese mismo vaso contemplado por distintos hombres puede ser mil cosas distintas, porque cada uno de ellos carga de afectividad lo que contempla, y ninguno lo ve tal como es, sino como sus deseos y su estado de ánimo quieren verlo. Yo propugno por un cine que me haga ver esa clase de vasos, porque ese cine me dará una visión integral de la realidad, acrecentará mi conocimiento de las cosas y de los seres y me abrirá el mundo maravilloso de lo desconocido, de lo que no puedo leer en la prensa diaria ni encontrar en la calle.
No crean por cuanto llevo dicho, que sólo propugno por un cine dedicado exclusivamente a la expresión de lo fantástico y del misterio, por un cine escapista, que desdeñoso de nuestra realidad cotidiana pretendiera sumergirnos en el mundo inconsciente del sueño. Aunque muy brevemente, he indicado hace poco la importancia capital que le doy al film que trata sobre los problemas fundamentales del hombre actual, no considerado aisladamente, como caso particular, sino en sus relaciones con los demás hombres. Hago mías las palabras de Engels que define así la función de un novelista (léase para el caso, la de un creador cinematográfico): "el novelista habrá cumplido honradamente cuando, a través de una pintura fiel de las relaciones sociales auténticas, destruya las funciones convencionales, sobre la naturaleza de dichas relaciones, quebrante el optimismo del mundo burgués y obligue a dudar al lector de la perennidad del orden existente, incluso aunque no nos señale directamente una conclusión, incluso aunque no tome partido sensiblemente".